Desde siempre las historias de magia y fantasía nos han cautivado. Las creencias en seres mitológicos y fantásticos, así como en entidades de otros mundos han despertado la curiosidad de muchas personas. Los gnomos, al igual que los elfos, los duendes, los trolls, las hadas, las brujas… forman parte del imaginario colectivo en el cual se han basado una gran cantidad de películas y novelas, como las de Charles Perrault.
En este caso nos centramos en cuál es la historia real detrás de los populares y simpáticos gnomos de jardín que podemos ver en muchas viviendas a lo largo de todo el mundo.
Los gnomos son seres diminutos que apenas alcanzan los 20 cm. Se dice que estos habitan la Tierra desde el comienzo de los siglos y que algunos alcanzan, incluso, los 500 años de años de edad. Estos seres suelen vivir en zonas boscosas y pantanosas, alejadas de la ciudad, y en perfecta armonía con la naturaleza. Por lo general, no les gusta ser vistos por los humanos, aunque hay muchos relatos que afirman haberlos visto y que los describen como “gentecilla”, debido a su reducido tamaño.
Los gnomos son seres simpáticos y agradables, al menos así explican en algunos relatos. Estos construyen sus hogares en los troncos de los árboles vacíos, así como debajo de la tierra. Se dice que cuentan con poderes sobrenaturales y que tienen la facultad de aparecer y desaparecer con el fin de ocultarse. De hecho, comentan que algunos gnomos pueden convertirse en setas cuando notan la presencia de una persona, con el fin de pasar desapercibidos.
Una de las características que se vincula a los gnomos es la de ser seres sabios e inteligentes, razón por la cual han podido permanecer durante tanto tiempo escondidos de los humanos. Sus ropajes suelen ser coloridos, con prendas ajustadas. A pesar de que llevan años en el mundo, se les describe como seres amigables pero tímidos.
El origen de los gnomos tiene lugar en las zonas boscosas de Europa, como los Países Bajos y Laponia. En Alemania las figuras de los gnomos de jardín tienen un fuerte arraigo, de hecho uno de cada 6 jardines suele tener un gnomo. Se cree que estas estatuas hechas con cerámica, barro, o resina tienen la facultad de proteger el hogar y propiciar la buena suerte.
Por lo general las figuras de los gnomos de jardín tienen unas dimensiones de 15 a 20 cm, con colores muy vivos y con el aspecto de hombrecillos barbudos y con sombreros puntiagudos. Se dice que la primera representación de los gnomos apareció en Turquía en el siglo XIII, aunque también se han documentado representaciones en Italia del siglo XVI. De cualquier forma, la primera elaboración de un gnomo de jardín se realizó en Alemania en el siglo XIX, concretamente en el entorno minero de Turingia. Es por esta razón que las figuras tienen tanto arraigo en el país germano.
Existe una teoría que vincula el aspecto y el origen de los gnomos con lo que vendría a ser una réplica de los pigmeos que eran reclutados para trabajar en las minas. Esta teoría se sustenta en base a los característicos sobreros rojos que llevaban para cargar la paja en su interior y protegerse en caso de que hubiera algún pequeño desprendimiento. Así mismo, la explicación de esta teoría se sustentaría, también, por los ropajes hechos con colores llamativos con el fin de mejorar la visibilidad en las casi en penumbras minas alemanas.
Lo cierto es que cabe la posibilidad de que a raíz de ello los artesanos decidieran representar a los pigmeos con forma de pequeños hombrecillos barbudos y con ropa de llamativos colores, aunque… quizá no. Tal vez el mito de los gnomos tiene algo más de realidad y los cientos y cientos de relatos que han surgido por todo el mundo tengan su razón de ser. Quizá estos seres realmente existieron y siguen existiendo, pero solo unos pocos han tenido la fortuna de verlo. Tal vez algún artesano de siglos pasados se topara con una de estas entrañables criaturas y desde entonces se dedicó a fabricar lo que hoy conocemos como gnomos de jardín. Quien sabe… el mundo está lleno de sorpresas y lo que en un momento parece imposible, resulta que no lo era tanto.